De cuando "el maestro" decidió volver...

Acá podrás conocer en detalle la historia deportiva del Torino en todas las especialidades donde participó. También encontrarás notas de interés acerca del mismo, sus pilotos, y preparadores.
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Jorge Alejandro OCHOA
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De cuando "el maestro" decidió volver...

Mensaje por Jorge Alejandro OCHOA » 20 May 2016, 20:23

La mayoría de ustedes son bastante más jóvenes que yo. Me han leído, y lo harán una y otra vez recordando a un REUTEMANN, ídolo de mi adolescencia; o recordando las sanas locuras de un Luis DI PALMA a bordo de algún Torino. Pero hay un piloto que conforme me puse a investigar, fui aprendiendo de su enorme talento, de su hombría de bien, de su calidad como piloto y tipo. Y estoy hablando de Eduardo José COPELLO, "el maestro", un sanjuanino nacido en 1926, que probó suerte en Europa y no se le dió, y que si bien se destacaba en el Turismo haciendo "travesuras" con un Gordini, nació a la consideración general cuando en 1967, fue la primera letra de la legendaria y devastadora C.G.T.-
Les voy a dejar una nota escrita por Miguel GRAMAGLIA, que supo ser su navegane en su retorno al automovilismo, allá por 1981, y creo que tal como me dice un amigo que me la recordó, está tan llena de pasión y de intensidad, que a mí por lo menos en más de un momento, me puso un nudo en la gargante. Espero la disfruten:

"Cuando Rally Argentino era joven y volvía el Maestro Copello

Por Miguel Gramaglia (navegante de Eduardo Copello -R.18- en Rally Gran Premio 1981.

Foto: José Roque Bellido.

Especial para rallynoticias.com

En 1981, la práctica del rally era ya exitosa. El profundo arraigo que el automovilismo deportivo generó en la población de Córdoba desde las épocas de La Tablada, fue incluso factor fundamental para la radicación de la actividad fabril y obviamente decisivo, para que se construyera el Autódromo Oscar Cabalén.

Ese arraigo significo también que las grandes realizaciones deportivas fueran acometidas a pura pasión….y viveza y precisamente sentimientos y la picardía, conformaban un cóctel explosivo, que detonaba sin solución de continuidad.

Era por entonces un automovilismo distinto que comenzaba a desarrollar la transición del amateurismo al profesionalismo de pocos y por ende, el accionar de las fábricas no despertaba simpatías. Eran tiempos en los que el rally era más Turismo Mejorado ─por la extensión de sus recorridos─ que los sprint que hoy conocemos.

Había mas permisividad y los vivos sabían como usarla. Eran épocas en las que los pilotos en la largada de una especial, le marcaban el techo al rival ─rayando la pintura─ para estar seguros que no le cambiaban el auto.

Tiempos en los que un equipo oficial, que perdía a su piloto principal en un accidente o por alguna rotura, escondía el auto, esperaba a su compañero, cambiaba los adhesivos con los números, y lograba el resultado.

En los 80, los pilotos que no llegaban a tiempo, compraban o compartían una hoja de ruta… y después que se pegaban, venían a reclamar. Los había incluso, de los que pretendían grabarla en el recorrido y desgrabarla desde un cassette justo cuando iban en carrera. Ni hablar de algunos “memoriosos” que, corriendo en su zona, no usaban hoja sino que marcaban en piedras adyacentes al camino, el riesgo de la curva. En carrera, nunca encontraron ni la piedra.

Grandes extensiones, controles limitados, que en caso de localía, se utilizaban para limar segundos y a veces el error de calculo o la impunidad del sistema, hacían que ese vivo, llegara primero a la meta sin haber pasado a nadie en la ruta.

A la distancia, eran épocas de gran confraternidad y divertimento, pero con el revólver en la cintura. En el automovilismo no había afeminados, pero era un circo donde cabían todas las otras calidades, potenciándose las menos deseables. Pero lo esencial pasaba por la valoración no sólo deportiva, sino de las cualidades personales.

Por ese entonces, Eduardo Copello, piloto símbolo de la historia de la ahora Renault, tenía un desafío abierto con el staff directivo de la empresa. Once anos antes se había retirado como múltiple Campeón Argentino, dejando la promesa de volver a correr. Juan Macchi responsable RR.PP. había garantizado que cuando ello ocurriera, uno de los autos oficiales de la categoría que fuere, seria para él.

Pasaron los 11 años, una afección circulatoria solucionada con 5 by pass y el lógico paso del tiempo. Un piloto de raza, con profundas convicciones y seguridad en su

talento, reclamo aquella promesa ante la sorpresa general. Pero la palabra fue honrada como debe ser entre hombres de bien y de ellos, en esos tiempos conocí a muchos.

En el taller de uno de esos hombres de bien ─Luis Echenique─ trazamos la primera estrategia a casi un mes del Gran Premio. Todavía no se para qué diagramamos tanto. Las ganas del piloto que quería volver eran avasallantes. Tenia que aprender a confiar en su navegante, un tipo que siempre había ordenado arriba del auto y que además, ni siquiera había visto un rally en su vida.

Era realmente un desafió. Su instinto e intuición, nos enfrentaba a cada metro de ruta, cuando aun, no habíamos salido del taller. El primer día, fue increíble. Salimos en un R18, que Oreste Berta le había construido especialmente. El auto era un misil, pero estaba concebido para uso deportivo de calle y con suspensiones absolutamente para asfalto.

Realmente a Eduardo no le importaba y con su genio nos dejo un mensaje…. “si las gomas son negras y redondas… esta todo bien…”

Elegimos iniciar el recorrido de San Agustin a Villa del Dique, una especial que consideramos la mas completa y que a mi, particularmente, era la que mas me gustaba.

Fuimos a fondo hasta las cercanías del pueblo y Copello medía el auto constantemente. Llegando San Agustín en un curvon a la derecha con contracurva, venian dos semirremolques de frente y exploto la goma trasera de apoyo. Veníamos a mas de 200 y de costado en lo que quedaba del camino lo llevo suave y tranquilo hasta pararlo en la banquina. Los camioneros todavía están pensando si vieron un ovni…

Fue gracioso el comienzo… en lo veloz del inicio de la especial con varios vados y cambios de nivel, me pedía que solo le leyera la hoja donde el no veía, casi entendiendo que yo no era su navegante, sino su cerebro. Ese día, perdimos algunos minutos en su apuro por volver. Los suficientes para que se concentrara y al final en el asfalto a Santa Rosa me dijera:… “si en mi época en vez de mecánico hubiese tenido navegante… cuantos sustos me habría ahorrado…”

De ahí en mas y ya con el famoso muletto azul, parando solo para comer y dormir, siempre estuvimos en la ruta. La gastamos y nos gastamos de tanto andar. La ultima noche previa a la partida, una Renault 6 blanca repetía el trazado de Cosquin a Carlos Paz, pasando por Cabalango. Era lo único que quedaba para recorrer la ruta, gracias a Julito Rega que iba con nosotros.

Pero lo increible sucedió en la segunda semana que estábamos en la ruta. Cuando nos juntamos para hacer las especiales de Calamuchita, en la puerta de un hotel nos esperaba un señor, que sería tercer pasajero ese día. Era el cardiólogo de Eduardo, que había llegado desde Buenos Aires, para constatar que su físico estuviera perfecto, al corroborarse su retorno.

El pobre, además era su amigo. Le montamos un asiento de almohadones en el centro del habitáculo, contra el travesaño que une las barras de la jaula y con su maletín bajo los pies, partimos. Al llegar al inicio de la especial, desconociendo que haríamos, saco su tensiometro, el estetoscopio, fajo el brazo derecho de Eduardo y le dijo que comenzara, pensando en una recorrida normal.

En la primera curva, estaba sentado arriba mío y sin parar lo reacomode. El Maestro manejaba solo con la izquierda y yo le ayudaba con los cambios porque su brazo diestro estaba con el medico detrás. En un veloz en bajada, con piso muy movido no entro la marcha bajando de 5° a 3° velocidad. Tras cortar un alambrado terminamos dentro de un campo, con el pobre Jorge golpeado por la jaula…pero contento porque las pulsaciones y el funcionamiento cardíaco estaba perfecto.

La noche de la largada fue increíble. Luis Di Palma, Eduardo Rodriguez Canedo, Carlos Marincovich, el Pirín Gradassi, Carmelo Galbatto, Emilio Bertolini y no se cuantos más, le dieron su aliento… y hasta creo que lo envidiaron sanamente por el regreso. Esa noche en el R18 no había más lugar. Todos querían ser Copello.

Lo que mas recuerdo de lo previo, fue la mirada de Libby, la mujer de Eduardo que con Eduardito y Constanza salio a despedirnos. Estaba preocupada ─como es lógico─ pero contenta por la alegría de Eduardo.

Esa noche corrimos con mucha agua y ya en el hotel todos le apuntábamos a Gastón Perkins, Director de la Prueba. Recuerdo que Alcides Raies le advertía que pensara que al día siguiente, el agua iba a bajar y a inundar los vados que teníamos que atravesar.

Gaston, desde su veteranía y con soberbia, repitió una frase que al final lo sepulto: “…A mi me van a decir lo que es una lluvia..? ...No se olviden que soy hombre de campo…”. No olvidare nunca la respuesta jocosa de alguien en el entorno: “…la lluvia que vos conoces, la única montaña que cruza, es el cordon de la vereda…”.

A la mañana, tras haber ganado la clasificación nocturna, abriamos la ruta con Jorge Recalde detrás. Bajamos El Observatorio terceros por tiempo, tras Recalde y Soto y a las 9:18, después de un largo enlace debíamos sellar en la mesa siguiente. Eran otros tiempos y también lo eran para los controles. La mesa no había llegado y lo hizo en el minuto justo que bebíamos largar. La ansiedad y los nervios hicieron su parte y la suma de errores conspiro en el inicio de la especial.

El auto comenzó a mostrarse inestable, con algún problema de suspensión y preocupaba aún más a Eduardo. Dos veces nos fuimos afuera y por fortuna logramos retornar. A este punto debo aclarar algo importante. El retorno de Eduardo había alegrado a la mayoría, pero dentro de los equipos, ocurre una situación que es muy lógica y creo, imprescindible. Los equipos técnicos responsables de cada auto, son y deben ser hinchas del piloto que lo conduce y ello justifica a veces, el sacrificio que siempre deben realizar para ponerlo en las mejores condiciones.

Pero este regreso inesperado había complicado y en mucho el trabajo del equipo. Solo el Ingeniero Bogdan Marckiewikz Director Deportivo, lograba con su capacidad y calidad humana, controlar la situación general con 5 autos de dos categorías diferentes. Lo que obviamente no podía hacer, era imponer simpatía o afición por el recién llegado.

Desandábamos la carrera y en correspondencia, Copello dominaba toda la situación como si fuera un rallyman consumado. Incluso corregíamos la hoja de la prueba, como si al día siguiente se repitiese y se me ocurre, tenía ya plena confianza en la gestión del auto y también en las notas.

Entrabamos en las postrimerías de la etapa y aprovecho para contar un hecho que realmente me conmovió. En la famosa especial del vado del Rio La Suela, vimos de lejos un paño blanco y al acercarnos a la curva antes de la cual había que frenar violentamente, distinguimos en rojo “05” el famoso bar de los tuercas de aquel tiempo en Capital, en definitiva la barra de Eduardo, que era habitué, con el Chino Canedo a la cabeza. Creo que fue lo que mas impacto al piloto del R18. Nos alcanzamos a mirar y brillaban sus ojos, pensando quizás en otros tiempos…

No sabíamos lo que estaba por venir. Al final de la parte veloz, la carrera tomaba a la izquierda en una bifurcación que mas adelante retomaba la ruta principal. El único día que no habíamos hecho la ruta, porque Eduardo debía hacer la licencia medica y deportiva, yo había salido con Mario Stillo en una break R12. Bajo una lluvia intensa llegamos al desvió y vimos que el rió estaba muy crecido, por lo cual recorrimos el trayecto y de retorno a la ruta principal, decidimos hacer también la variante, por las dudas, cosa que luego hicieron también los demás.

En el transcurso de la especial, le advertí a Eduardo de la situación, aun cuando corríamos bajo un sol esplendido. Al llegar a la bifurcación giramos a la izquierda y unos 50 metros mas abajo, una topadora cortaba el camino porque había llegado la creciente, por la que habíamos alertado a Gaston Perkins la noche anterior.

Tras frenar y hablar con los policías, retornamos al camino y al hacerlo ya veíamos la tierra de Jorge que venia como los bomberos y que obviamente iba a seguir nuestro rumbo ahorrándose la perdida de tiempo. Cuando retomamos lo hicimos a fondo por poco tiempo, por cuanto la gente alertada de la situación, venia en contra saliendo del sector anulado.

Así las cosas, abríamos el camino en medio del transito y Jorge ya nos tenia a la vista. En la parte final de la especial, solo debíamos sortear el largo vado del Río La Suela al que se accedía con una curva izquierda en bajada y la contra curva que daba al cemento.

Veíamos el helicóptero de Renault suspendido sobre el rió y la verdad es que pensé en que todo estaba normal porque estaba inmóvil sobre el cauce. Ya en el descenso el panorama era de terror. La creciente pasaba con furia y la proximidad de Jorge y el Bicho (Del Buono) nos obligaba a jugarnos por pasar.

Le pedí a Eduardo que abriera su puerta, mientras yo abría la mía, para que el agua pasara y no ejerciera presión, al tiempo que le indicaba que se tirara por izquierda ya que la corriente venia desde ese sector. Eduardo sólo grito que no sabia nadar y sin abrir su puerta puso segunda y se mando.

La fuerza del agua era tremenda y la traccion delantera patinando sobre el verdín del vado, nos tiro a la derecha y nos saco del cemento, al tiempo que Jorge metía su trompa a nuestra izquierda, con lo cual nos caímos mas rápido. La intención de Jorge fue muy inteligente. O pasaba o bien tapaba la entrada para que nadie más lo hiciera.

Habíamos arriesgado y estábamos en problemas porque el rio tiene centenares de piedras en su curso y el agua traía una fuerza infernal, que incluso a nuestro auto caído ya del vado, lo movió nuevamente cuando abrimos las puertas y lo fijo entre las piedras. En el apuro, al menos había salvado las hojas ─mi principal preocupación─ porque los bolsos y los cascos, fueron arrancados por el agua.

Es increíble, pero meses después, alguien llamo a mi casa. Un serrano de la zona, había encontrado mi casco o lo que de el quedaba, porque prácticamente era la carcaza partida en uno de sus laterales por algún impacto en las piedras. Lo había encontrado ese día cerca de su vivienda, rio abajo.

Lo que siguió todos lo conocen. No recuerdo la hora, porque también perdí el cronometro en el agua, pero calculo que eran poco mas de las 11 de la mañana. El frío que teníamos, producto de la mojadura y al venir con nuestros cuerpos calientes dentro del habitáculo, era espectacular. Eduardo logro izarse al auto de Jorge y allí espero el alambre que desde la costa, tendieron el Negro Garicoits y Raúl Barceló, que a duras penas y descalzo, logro desplazarse sobre el vado.

El Bicho (Del Buono), Jorge (Recalde) y yo, nos quedamos en medio del agua y recién 10 minutos después llego Ernesto Soto y estaciono en la bajada. Recuerdo que el

Cabezón se paro en una piedra y grito: “…Adivinen quien gana el Gran Premio…?”

A los pocos minutos, Jorge intento mover su auto que no estaba en plena corriente y que en realidad, había inundado su escape con agua. Logro arrancarlo y hacer marcha atrás, con lo cual se reintegraba a la carrera. Habían pasado muchos minutos y llegue a la costa en busca de abrigo. Ya no tenia voz y casi simultáneamente muchos gritos me alertaron sobre algún conflicto.

No voy a repetir lo que escuchaba, pero los insultos implicaban a dos de mis amigos: Alcides Raies y Juan Carlos Lopresti. Con el Chouer nos conocemos no se desde cuando, pero juro que lo vi correr. Con Carlitos compartimos Deporte Motor, Canal 10 y Canal 8 a lo largo de muchos años de periodismo.

Hoy, agradezco haber estado allí. Nunca vi en persona al “Increible Hulk”, pero juro que ese día, el tranquilo Lopresti, sufrió una transformación, supongo que por una situación complicada, que involucraba a la prensa especializada y a la faz organizativa que comandaba Alcides Raies. Por suerte Carlitos me escucho y me permitió calmarlo… (en realidad, lo agarre desde atrás y me colgué) y por suerte también, el Turco pudo tomar su pastilla para su corazón, que el Dr. René Favarolo había logrado que siguiera latiendo… y generando quibombos.

Para colmos, había llegado Gabriel (Raies) y desde la otra costa del vado, hizo lo que ni los dos R18 de Copello y Recalde habían logrado: cruzo el rió sin tocar el agua de la furia que destilaba al advertir la situación. Lo que siguió es conocido.

Se decidió neutralizar la carrera antes del vado. Se retiro nuestro auto como a las 18 horas. Se amplio el tiempo de la asistencia y los muchachos del equipo hicieron un trabajo espectacular. Al otro día, solamente teníamos las butacas mojadas.

Reiniciamos la marcha detrás de Jorge y allí apareció un Copello que yo no imaginaba después de todo lo sucedido. Yo no tenía un hilo de voz y con mis manos, había inventado un sistema para hacerme entender. Eduardo se mentalizo, se concentró y no cometió un solo error. Por suerte se anuló la especial a La Higuera, porque nuestro auto montaba Michelin Nora, aun cuando habíamos pedido Fate NRD y durante el enlace a velocidad reducida, perdimos los dos espejos y la puntera del paragolpes trasero. No había forma de ir derecho, cuando Eduardo aceleraba.

La bajada a El Faro, en Traslasierras, trajo la otra sorpresa. Jorge Recalde pierde una rueda completa y cuando los cruzamos, el Bicho con una gran piedra como contrapeso, subía al capot del R18. Probablemente la sorpresa desconcentro a

Eduardo y golpeamos una piedra que rompió la cola de la caja de velocidades.Para colmos ya no estaba Ernesto Soto, que durante el enlace a La Falda, había chocado con un particular y quedado al margen de la prueba.

Logramos bajar desde Mina Clavero a Copina y justo a la entrada junto al hotel, vi por el espejo una gran nube blanca. Al girar, el auto no tenía presión de aceite y se lo hice saber a Eduardo. Su respuesta fue convincente: “…Si se tiene que romper… se va a romper…” Poco después se rompía inevitablemente y para no caminar, paró junto a un Jeep y pidió que nos empujaran los últimos kilómetros.

Es increíble, no tenía ganas de caminar y como me dijo después: “…Ni siquiera había un asadito… Esto no pasaba en mis tiempos…”

Todo sumado, debo decir que fue una experiencia fantástica. Estaba acompañando el regreso de un ídolo, de un tipo que nos había dado decenas de alegrías, de alguien que nos tuvo días enteros, escuchando la radio, ganando las 84 Horas de Nurburgring, de un elegido que quizás, hubiera cambiado la historia misma del Rally Argentino, si se concretaba la participación del Torino en el Rally de Montecarlo, una mision que también se frustró para otro grande: Héctor Luis Gradassi.

Por ello, si bien inicié este recuerdo desde la parte non-sancta, debo decir que estos tipos han corrido rallyes toda su vida, aunque ni supieran que lo hacían; sin hojas de ruta, sin controles, sin navegantes… sin tantas excusas. Estos tipos, los Copello, los Gradassi, los Visintin, los Recalde, los Rizzutto, los Cano, los Ruesch, los Monguzzi, los Rodriguez Canedo, los Di Nezzio, los Reutemann, los Pedelaborde, los Cabalen, los Estefano, los Vianini, los Raies ─sin orden de jerarquía y sin exclusiones─ han diseñado un automovilismo que no abrió caminos como el meritorio TC de otrora, sino que puso las tecnologías de vanguardia, cerca de los pueblos y las gentes que solo accedían por la prensa, al gran automovilismo de carreteras del mundo.

La incursión del equipo Mercedes Benz, la participación de los Alfa Romeo, los Ford Cortina, los Mini Cooper, le dieron al país, al deporte, a los pilotos y al publico, la posibilidad no solo de medirse, sino de acceder a las preciadas butacas y de mostrar y cotejar el prestigio del automovilismo argentino.

Años atrás, un octogenario ex mecanico Maserati, Lido Boiocco me fue presentado por casualidad. Vivía en Torino (Italia) igual que yo y al saber que era argentino me hizo un comentario que no olvidare: “…C’era un’argentino al tempo di Fangio che aveva fatto un test estrepitoso con noi…Ci siammo sempre chiesto di lui. Mai abiammo saputo niente…Pero’era un matto con livrea di campione…” (…”Habia un argentino en tiempos de Fangio que hizo una prueba fantástica con nosotros. Siempre hemos preguntado por el. Jamás supimos nada. Pero era un loco con traje de campeón…”).

Pude decirle que se llamaba Eduardo José Copello y que yo había corrido con él …no hacia mucho tiempo. Ese Copello que se lució tanto en un midget, como en un Allard Cadillac; en un Gordini o un 1093; en el Cooper Tornado o en el Torino 380W; en las Liebres o en el Brabham de F2 Internacional, en el Porsche 902 opacando a Tony Dean o en el Renault 18 de su regreso en el rally.

Ese Copello que pudo ser en los tiempos de Fangio y que alguien quiso que no fuera o aquel que junto a Gradassi ─de haberse concretado el proyecto Montecarlo─ hubieran adelantado los tiempos del Rally en Argentina y quien sabe cuantas cosas mas.

Ese Copello que el inolvidable Nassif Estefano, su rival, su compañero, su amigo, alguna vez lo definiera como el Jim Clark cuyano. Ese Eduardo Copello que tras el abandono en el Gran Premio del vado, supero las inhibiciones de un gran periodista como Alfredo Parga, que me confeso: “…Aún con todo lo que sufrieron… esta vez me hubiera gustado estar en tu lugar…” . :torino :gr
"No hubo nada que me haya parado cada vez
que se me haya ocurrido hacer algo"

Oreste BERTA
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jgcastells
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Re: De cuando "el maestro" decidió volver...

Mensaje por jgcastells » 20 May 2016, 23:34

Un grande "EL MAESTRO"...
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Jorge

:torino :tsx

Sos el ángel inquieto que sobrevuela / la ciudad de la furia /
Comprendemos todo / tu voz nos advierte la verdad / Tu voz más linda que nunca...
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Re: De cuando "el maestro" decidió volver...

Mensaje por lucho gismondi » 21 May 2016, 08:12

Un grande!!!! Qu buen relato, e increible como quedo el 18 en el vado.
leosolari
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Re: De cuando "el maestro" decidió volver...

Mensaje por leosolari » 23 May 2016, 22:46

que linda nota... que emoción que transmite el relato! y que huevos para pasar por ese río!!!!
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sergio 7bc
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Re: De cuando "el maestro" decidió volver...

Mensaje por sergio 7bc » 24 May 2016, 18:09

Que historia!!! Conoci mas en profundidad a Copello gracias a Jorge, "un maestro" sin dudas!
..explicaciones...?
Los amigos no las piden, los enemigos no las merecen, los estupidos no las entienden.
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Jorge Alejandro OCHOA
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De cuando "el maestro" decidió volver...

Mensaje por Jorge Alejandro OCHOA » 13 Jun 2016, 22:14

Otra imágen de aquel regreso.- :torino :gr
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"No hubo nada que me haya parado cada vez
que se me haya ocurrido hacer algo"

Oreste BERTA
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